miércoles, 13 de febrero de 2008

"De Cristo a la burguesía"

Ahí va el extracto de un articulillo de Guilles Deleuze, escrito en 1946, que me he encontrado por ahí investigando sobre la utopía...

A ver qué opináis..


¿Acaso no hay vida espiritual fuera de la vida interior?

En ese mundo puramente objetivo en el que el obrero trabaja con los compañeros, puede aparecer el Jefe, el Cabecilla. El jefe es aquel que revela un mundo posible , en el que, por ejemplo, el obrero no trabajaría más para los patrones. Pero este mundo, así revelado, permanece exterior, no menos exterior que el primer mundo en el seno del cual ha nacido. De manera que el primer mundo objetivo encierra en sí mismo el principio de su propia negación, sin referencia a ninguna interioridad.(…)
Se dice que la técnica es una relación medios-fines; pero cuanto más se afirma ésta , más el fin se afirma por sí sólo.
El espíritu revolucionario nos propone un fin que debe realizarse en virtud de la fuerza y la cantidad de los integrantes del equipo. No nos quejemos demasiado deprisa de que estamos ante una moral donde el fin justifica los medios. Sería esto transponer el espíritu de exterioridad sobre el plano de la vida interior. Lo que no tiene sentido es la noción misma de medios. No es en nosotros donde hay que hacer la revolución, sino en el exterior – y si la hacemos en nosotros mismos no es más que un medio para no hacerla afuera. (…) El equipo se alza siempre contra alguien, contra algo. Hablamos de una revolución en acto. (…)
Además, no es solamente en el plano revolucionario en donde la vida interior hace quiebra, sino también en otros planos de carácter más individual, menos naturalmente abiertos a la exterioridad. ¿Por qué, tan a menudo, la vida interior no puede ser evocada sin arrastrar con ella la imagen de flores lacias, de las babas y borborigismos, de las palmas sudorosas, de las larvas blancas vagamente entreabiertas, hasta el punto de que ya empiezan a estar gastadas esas imágenes? En una palabra, se denigra la vida interior, no se la concibe más que en forma de sudor ligero. Buscaríamos en vano como Amiel, como un niño que se besa el hombro, las caricias y mimos de nuestra intimidad, ya que al fin y al cabo todo está afuera, todo, hasta nosotros mismos; afuera, en el mundo, entre los otros. No es en una especie de retiro donde nos descubrimos: es en la ruta, en medio de la muchedumbre, cosas entre las cosas, hombres entre los hombres.

1 comentario:

Julio Souto dijo...

Genial, Delleuze! lo leeré con calma mañana, parece interesante a simple vista.

Hoy (martes) no he podido ir a los quintos, al final resulta que tenía clasde. Las póximas veces molaría quedar en otro horario u otro día. Weno, ya me contáis un poco que habéis hablado.

Nos vemos.